Vacía a las 12 de la mañana. Puedes pasear sin esquivar a los de enfrente, los de al lado o los que vienen detrás. Balcones ligeros y ventanas floreadas, el único color a lo largo de la calle. Puertas entreabiertas que invitan a pasar al fresco. Pero a mi me encanta ese sol y ese calor chuchurrío que nos va buscando entre las pocas sombras que se dejan pisar.
Abandonos bonitos y poco visibles. Todo cuadra en el entorno. El feísmo urbano no se aprecia. Y a todo se le da valor. El contraste de texturas y de materiales recuerda un pasado mejor. Y permite pensar en un futuro con posibilidades. El aire caliente me ayuda a pensar y me desplaza unos cuántos años atrás. Siempre me vengo a Galicia con la memoria activa; con un chute de energía especial. Viendo a amigos de siempre, saliendo con mi hermana y rememorando. Mi sonrisa allí brilla de "outro xeito"...
Qué decir de lo que una disfruta cuando se levanta temprano. Un patio florido y hermoso lleno de periquitos de mil colores y de macetas esperando a dar fruto. Poco queda ya de los enormes naranjos, de los rosales, de los granados... Teníamos de todo (casi) y aún así no pierde su encanto. No os parece?
Y entre estos colores, el maravilloso tomate del pueblo. Recién llegado del campo se saborea con paciencia. Cada noche uno. En rodajas o en tacos, en tomatá o en pisto. Vale de todas maneras y preparos. Ahora bien, para gustos... Y a mi mejor solo que acompañado (la foto no es muy buena porque era de noche y en el patio poco alumbran las bombillas; pronto otra mejor, en el próximo viaje).
En esos días de feria decidimos juntarnos los primos que estábamos en ese momento en el pueblo y tomarnos un algo a la salud de nuestra prima pequeña. Belén se marcha a estudiar a Madrid y queríamos darle un recuerdo de parte de todos. Así que le preparamos un montaje de fotos divertido y cachondo para que nos llevase con ella al piso de estudiantes. Y para que no se olvidase de nuestros teléfonos, se los escribimos todos. Seguro que los usa en alguna ocasión...
De regreso a Santiago por España me fui despidiendo del seco y polvoriento terreno para ir dando paso, poco a poco, al paisaje verde y frondoso de mi Galicia adoptiva.
Todo es tan diferente... Hay tantos contrastes entre una tierra y otra... Y ambas poseen un encanto único. Inigualable. La conservación del entorno es importante y se hace visible si nos fijamos con detenimiento. Me encanta mirar por la ventana. No quiero perderme nada y entre esa curiosidad encontré esta forma de integración: nidos de cigüeñas sobre largas estacas plantadas por los humanos especialmente pensadas para esas enormes y hermosas aves sureñas. Cerca de Cáceres, en Malpartida, hay cientos.
Y de Castilla no quise perder la oportunidad de fotografiar el icono publicitario español por excelencia que marcó el comienzo de las grandes vallas publicitarias: el toro de Osborne. Vimos dos y este es uno de ellos. Enorme. Está bien situado, para llamar la atención. Cerca de la carretera. Técnica y táctica. Marca de empresa y todo un símbolo cultural.
Este es un paisaje totalmente opuesto. Verde, montañoso, lleno, con más vida. Es gallego y cercano ya a Compostela. Me gustan los contrastes y quizá por eso le saco partido a ambos escenarios. Son válidos para épocas distintas y hay que saber disfrutarlos. Yo lo intento...
Ha sido una semana de cierta paz. Quería salir del día a día, de la rutina y de las explicaciones por email. En parte lo he conseguido. Pero sobre todo, me llevo dentro la alegría con la que he visto disfrutar a mi nena estos días de vacaciones. Su sonrisa y su espontaneidad no dejan de sorprenderme!